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MEMORIA INFORMATIVA Y PROPOSITIVA

 

1.2. EL ENFOQUE Y LOS CRITERIOS PARA EL MANTENIMIENTO Y LA ACTUALIZACION DEL MODELO: un nuevo territorio para la misma ciudad

La planificación territorial y urbanística mantiene su prestigio y eficacia, a pesar de la creciente pérdida de valor de los planes de plazo largo y escala grande, porque ha sabido hacerse flexible y adaptable a condiciones cambiantes.
Cancelados los planes-predicción, empeñados en configurar el desarrollo futuro según modelos abstractos, los planes de urbanismo tratan hoy de reconducir, de corregir procesos reales. Y también frente a los planes-control, que tienden por su propia finalidad a degradarse como negadores de iniciativas, la planificación física ha sabido hacerse impulsora y movilizadora de esfuerzos, recursos, energías e ilusiones de los actores implicados. Por eso vuelve hoy a tener interés, en la década siguiente a la primera generación de planes municipales, mantenerlos vivos y actualizarlos, "ponerlos a punto y relanzarlos".
¿Porqué modificar estos planes, que tienen poco más de una década de vigencia -un período corto en la vida de una ciudad-, cuando han funcionado con general aceptación y han mostrado ser guías valiosas para regular el desarrollo? Con otras palabras, ¿porqué volver sobre los planes si no hay motivos para cambiar el modelo de ciudad que contienen?. Paradójicamente, porque lo que ha cambiado es el territorio de la ciudad, de modo que para mantener el orden y el modelo urbano deseado, hemos de ajustar el modelo instrumental del Plan.
¿Qué significa que haya cambiado el territorio de la ciudad hasta el punto de que se requieran también cambios en el modelo? La ejecución de los proyectos y elementos previstos por el Plan va construyendo un nuevo territorio, tal como se deseaba, un lugar de nueva calidad, inimaginable cuando se concibió el Plan, que ofrece ahora oportunidades que antes no podían ser sospechadas: los proyectos viarios, universitario, de espacios productivos de nueva condición, cualifican de tal modo la ciudad, que permiten concebir ahora nuevos proyectos, nuevos modos de aprovechar los efectos inducidos por los proyectos ya ejecutados. Y ello no solo se aprecia en el orden inmediato del espacio físico y de la escena urbana, sino también en el rol económico y en el rango de la ciudad a la escala regional.
Y no solo cambia el territorio como soporte y como paisaje, sino que, incluso más allá de las nuevas oportunidades que emergen, cambia sobre todo la estrategia de los actores del desarrollo urbano: aparecen nuevos modos de usar el territorio, nuevas imágenes de la ciudad que producen cambios en las demandas e innovaciones en las ofertas -inmobiliarias, de servicios, de producción-. La ciudad no se aprecia igual antes y después de la reforma viaria, antes o después de la construcción de la Universidad, del Parque Tecnológico...
Incluso aparecen oportunidades espúreas pero potentes para las que hay que concebir otros modos de regulación. La innovación crece más que proporcionalmente con el desarrollo urbano: por eso es necesario ajustar el plan, aún cuando nos guste la ciudad que está produciendo. O precisamente por ello.
En suma, no se trata de sustituir el modelo general, sino de adaptarlo a las nuevas condiciones en que la ciudad se está desarrollando.
En propiedad, y generalmente, al revisar ahora los Planes de los años 80 no se están haciendo nuevos Planes, ni se han introducido con profusión cambios sustanciales de sus modelos urbanos; en la mayoría de las ciudades que han revisado sus planes se ha mantenido el consenso sobre lo que se deseaba, aunque, tras diez años, había que cambiar los instrumentos. El reto ha consistido en Málaga adaptar el Plan al nuevo territorio.

 

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El contenido del presente documento
es a título informativo, no vinculante al Plan General.

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